En un entorno vital cada vez más exigente, cambiante y que nos lleva a retos constantes, los trastornos de ansiedad se pueden convertir en uno de los problemas más comunes para nuestra salud mental y emocional. Representan el problema más frecuente entre todos los trastornos psicológicos.
Una propiedad importante de la ansiedad es su naturaleza anticipatoria. Esto quiere decir que posee la capacidad de anticipar o señalar un peligro o amenaza para el propio individuo. La ansiedad es una emoción que, en muchas circunstancias, es adaptativa para la persona: permite estar alerta, sensible al ambiente, aportando un nivel óptimo de motivación para afrontar las diferentes situaciones. Incluso, en circunstancias de peligro objetivo, un incremento de ansiedad puede facilitar un mejor afrontamiento de la situación y, en consecuencia, una mejor adaptación.
El problema surge cuando, con frecuencia, se generan niveles excesivos de ansiedad y durante períodos prolongados de tiempo y, generalmente, sin que exista un peligro real. En estos casos, la ansiedad es desadaptativa y se convierte en una fuente de malestar, sufrimiento y, a veces, de incapacitación para la persona que la sufre, siendo común en esta situación la demanda de ayuda. Algunas personas, incluso, llegan a asociar la ansiedad anticipatoria a estímulos internos, desarrollando lo que se conoce como “miedo al miedo” (fobofobia), es decir, un miedo anticipatorio a desarrollar nuevos ataques de pánico inesperados. Con el propósito de prevenir ese miedo, la persona evita las situaciones que desencadenan la ansiedad, y que es un mecanismo de defensa que no ayudará a tratar el trastorno. Lo que conlleva un reforzamiento negativo de sus creencias irracionales, una limitación general de su estado funcional, así como una disminución de su estado de ánimo y una mayor vulnerabilidad a desarrollar más episodios de ansiedad. Es necesario comprender qué es lo que sucede y aprender a afrontar tales situaciones.
Los trastornos de ansiedad pueden empezar en la infancia o en la adolescencia y continuar en la edad adulta. Las formas de expresión de tales trastornos son muy variadas: síntomas psicológicos (preocupación constante y excesiva, dificultades para concentrarse, aprensión, olvidos frecuentes, irritabilidad, sensación de agobio, inquietud o miedo a perder el control…); síntomas físicos (tensión muscular, sudoración, palpitaciones, dolor en el pecho, dificultad para respirar, mareos, temblores, hormigueos, náuseas y vómitos, dolor de cabeza…). Cuando se dan las alteraciones fisiológicas, con frecuencia, se emplea la ansiedad como sinónimo de angustia. Los trastornos de ansiedad constituyen cuadros o síndromes más o menos específicos: la fobia específica, el trastorno de pánico, la agorafobia, el trastorno de ansiedad social (fobia social), el trastorno obsesivo-compulsivo (TOC), el trastorno de ansiedad generalizada (TAG) o el trastorno de ansiedad de separación (TAS)…
Llevar una vida saludable disminuye la ansiedad, mientras que, en el caso contrario, la empeora. Es importante aprender a relajarse: la respiración diafragmática es una técnica sencilla que ayuda a controlar la ansiedad.
Ante un problema significativo de ansiedad, es necesario llevar a cabo una buena evaluación y diagnóstico del trastorno y, así, poder determinar la mejor forma de tratamiento para cada caso concreto. En la Consulta, tratamos la ansiedad mediante la terapia cognitivo-conductual, al objeto de ayudar a la persona a comprender la naturaleza de lo que le ocurre y entender el porqué de su desajuste funcional. Proporcionamos al paciente estrategias efectivas para afrontar las situaciones generadoras de ansiedad mediante técnicas de exposición graduada, aprendiendo a manejar los síntomas fisiológicos con técnicas de relajación y respiración, así como gestionar las preocupaciones y miedos mediante técnicas de reestructuración cognitiva, cuestionando su lógica y sustituyéndola por formas de pensar más racionales